A letter from September 4th, 2020

Querido yo, Te escribo porque necesitas que lo haga, no por otra cosa. No sé bien qué me anda pasando, espero que vos ya lo hayas descubierto; más aún, espero que lo hayas olvidado. Hoy rendí, rendimos, una recuperación de sociedades. No me digas que ahora te dedicas a estudiar sociedades para vivir, porque me lastimaría profundamente. Aunque dudo que te moleste herir los sentimientos de alguien que ya no existe. Yo ya estoy muerto, esta versión de mí no está entre nosotros. Ahora, estás vos. Así que te pregunto, ¿Cómo estás? Espero que tengas a alguien que te lo pregunte a diario. Pero, por favor, pongámonos serios. Sos un estudiante de abogacía que sueña con escribir, no con dedicarse a ser un abogado triste y de traje, y triste. Decime que cambiaste, que ya no te mentís. Sabemos que no estás cansado, no es eso. Es que te falta pasión, o te sobra; tanto es así que, mientras tecleas, estás sintiendo que naciste para escribir, para contar historias, para fabricar poemas que después te dejen insatisfecho, para emocionar a mamá, ella es nuestra fan número uno. Quiero que hagas algo al respecto. ¿Yo? Yo no puedo hacer nada más que seguir intentando. Voy a procurar ayudarte en la medida de mis posibilidades, que son escasas. Y si aún así no triunfas escribiendo, ni siendo abogado, ni político, espero que de vez en cuando seas felíz. Espero que hayas vuelto a amar, a mí me cuesta horrores. Eso era todo, sólo quería charlar con vos, porque hace mucho no hablo con nadie; no realmente. Con vos sí puedo ser honesto. Hoy tuve muchas dudas, en serio, creo que hoy llegué al límite. Escribí. Te digo que no tenés nada que perder, aunque no sé si eso es necesariamente positivo. Pero es como es. Así está la cosa, pa. Hace lo que te llene el alma, no los bolsillos.